¡Qué
noche, aquella noche! Empezó cuando era noviembre y hacía un frío
felino. Gerónimo estaba en su cama tapado con las mantas, leyendo un
libro de fantasmas. De repente oyó un sonido escalofriante y se
asustó. Después, llamó alguien y al final resultó ser Trampita,
su primo.
Después
de un rato, Gerónimo se enteró de que Trampita estaba en
Transratonia y salió en su búsqueda, con su hermana Tea, en un
tren. Al bajar y coger el baúl, asomaron dos pequeñas orejitas, era
Benjamín, su sobrinito. Cuando Gerónimo le vió, le regañó
diciéndole: ¡que no me puedo llevar a un ratoncito tan pequeño
como tú! Él le contestó: ¡No soy tan pequeño, casi tengo nueve
años y quiero ayudar! Dentro de la estación Rateeesch, se dieron
cuenta de que sólo estaban ellos tres y antes el tren iba lleno de
pasajeros. Tea preguntó a una campesina el camino al castillo Von
Ratesch. La campesina salió gritando y moviendo un brazalete de
dientes de ajo. Así pasó también con un tabernero y con algunos
habitantes. Preguntó por qué en todos los sitios había tantos ajos
y me respondieron que era para ahuyentar a los vampiros. Cuando
entraron al castillo por el foso, dijo a sus compañeros que había
encontrado un pasadizo. Olfateó el aire. ¡Estas deben de ser las
cloacas! Después se quedaron allí bastantes días para resolver el
misterio. Después de que resolvieran el misterio, ¡ya era hora de
volver a Ratonia! Y así termina la aventura.
Espero
que os guste, amigos del blog.
¡Adiós,
amigos!
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